No olvidemos a Los Mártires de Chicago

Con las manifestaciones internacionales del 1 de mayo aún frescas, se me vino a la memoria una pregunta qué me hizo un joven diseñador, durante una conversación acerca del estado actual de la industria tecnológica. Donde analizábamos las recientes olas de despidos masivos, y lo difícil que está la situación para quienes hoy día entran al rubro. Así como al pasar, pero a conciencia de que las comunidades son más fuertes y resilientes que los individuos, él dijo algo como: ¿Por qué las generaciones anteriores no se organizaron? … Lo cual, como parte del conjunto de sus generaciones anteriores, me generó un sentimiento de genuina deuda con la comunidad y hasta con mis propios ideales. Pero a la vez me llenó de esperanzas, por el simple hecho de escuchar a una persona de su generación, soltar esas ideas revolucionarias tan abiertamente.

Las generaciones postdictadura en Latinoamérica (80 s), crecimos con ciertos miedos heredados, de no hablar de ciertas cosas, incluso con bastante ignorancia acerca de lo sucedido, ya que no se enseña mucha historia reciente en los centros de estudios básicos. Por otro lado, crecimos con varios privilegios, como la aparente paz y libertad que trae consigo la idea de democracia, a la vez que aprovechamos el creciente desarrollo cultural e industrial del momento. Este contexto también fue propicio para las empresas capitalistas, donde la industria tecnológica comenzaba a acelerarse en un ambiente económico floreciente. Haciendo uso de una mano de obra, en su mayoría formada por una educación productiva y el culto al trabajo duro.

Quienes entramos al rubro de tecnologías de la información, entre los años 2000-2015 aproximadamente, experimentamos un constante crecimiento de la demanda laboral, lo cual nos ponía en una situación cómoda. Cambiando de trabajo a menudo, incluso renunciando sin un plan B, ya que en un par de semanas habríamos de conseguir un nuevo trabajo. Las empresas ofrecían salarios competitivos, y más comodidades para atraer trabajadores, donde un futbolito y la pizza de los viernes parecían hacer la diferencia. Toda esta superficialidad nos mantuvo a la mayoría con la mente en otras cosas más individualistas, olvidando la lucha obrera que nos había conseguido gran parte de esa comodidad que dábamos por sentado. Pero aquí el cíclico dilema, ya que al dejar el trabajo social de lado, abrimos el paso nuevamente al solapado avance de los intereses capitalistas.

Reformulando el famoso aforismo popularizado por Michael Hopf… Los tiempos difíciles obligan a las personas a reaccionar; las personas valientes que se organizan y reaccionan crean tiempos fáciles; los tiempos fáciles crean personas cómodas; y las personas cómodas tenemos miedo a perder dicha comodidad, por lo que al no continuar la lucha, habilitamos la creación de tiempos difíciles. Sería razonable pensar que para romper este ciclo vicioso, debemos aprovechar los tiempos fáciles y los recursos que estos nos brindan. Para agruparnos aún más, afiliarnos a gremios y sindicatos, participar en organizaciones políticas y sociales a nivel local, nacional e internacional. Donde aportar nuestro granito de arena en la construcción de una sociedad mejor, no para nuestro propio beneficio, sino para quienes aún no lo tienen y para quienes vienen después.


Estos ciclos se vuelven evidentes si revisamos la historia… A fines del siglo XIX, la clase trabajadora, pasaba por tiempos muy difíciles en todo el mundo, tiempos de mucha explotación y opresión. Lo cual fue empujando a las personas a organizarse y manifestarse, llegando así al fatídico 4 de mayo de 1886. Donde, miles de personas participaron de una gran huelga, motivada por los recientes asesinatos de trabajadores a manos de la policía. La masiva congregación tuvo lugar en Haymarket Square, Chicago, Estados Unidos. Reclamaban la reivindicación de la jornada laboral de 8 horas, derecho que hoy damos por sentado. Esta revuelta terminó en tragedia, por lo que es también conocida como la Masacre de Haymarket, en la cual muchas personas fueron asesinadas, otras tantas heridas y más de un centenar fueron detenidas.

Luego de un juicio con dudoso proceder, los Mártires de Chicago fueron sentenciados: “Oscar Neebe fue condenado a 15 años de trabajos forzados; Samuel Fielden y Michael Schwab, a cadena perpetua, y George Engel y Adolf Fischer, condenados a pena de muerte. Albert Parsons, que a pesar de no estar presente en el lugar de los hechos se entregó voluntariamente para estar con sus compañeros, fue ahorcado; August Spies y Louis Lingg fueron asimismo condenados a la pena capital. Este último se suicidó en su celda el 10 de noviembre de 1887, un día antes de la ejecución” como publica National Geographic en su web.

Les bajan las capuchas, luego una seña, un ruido, la trampa cede, los cuatro cuerpos caen y se balancean en una danza espantable

José Martí, poeta cubano presente durante la ejecución como corresponsal del diario La Nación de Argentina.

En 1893, se accedió a revisar el proceso judicial anteriormente mencionado. Donde se concluyó que los condenados “habían sido víctimas inocentes de un error judicial” Se probó que las evidencias eran fabricadas, los testimonios comprados y el jurado intencionalmente formado para condenar a los acusados. A pesar de todo esto, aún hay muchas personas trabajadoras en todo el mundo, que no gozan del derecho a trabajar no más de 8 horas, y por tal motivo hoy en día se sigue luchando por la reivindicación del mismo. Entonces podemos decir que, el 1 de mayo no es un día para festejar, sino que más bien es un día para no olvidar. Recuerda todo esto cada vez que te quejes porque hay un paro nacional que afecta tu comodidad diaria, o cada vez que ocupan un centro de estudio y te pierdes unas clases, o cuando cortan una calle en tu barrio.

Comments

Una respuesta a “No olvidemos a Los Mártires de Chicago”

  1. Rodrigo Ayarza Avatar

    Me pareció también excelente!!! Te felicito. Me interesó mucho la idea de Michael Hopf, ayuda a pensar. Expresion exigente, dinámica, comprometida.
    Considero que el texto invita a seguir leyendo, da curiosidad y la reflexión final me deja pensando acerca de lo individual, lo colectivo, clave para pensar en términos de algo que estamos perdiendo: el «nosotros».

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